Una visita histórica: el Conde de Caserta vuelve a Caserta
S.A.R. El Duque de Calabria (y Conde de Caserta), Gran Maestre, acompañado de su hijo primogénito S.A.R El Duque de Noto, Gran Prefecto, visitó el Palacio Real de Caserta acompañado de diversos miembros de la Real Diputación y de la Real Comisión para Italia de la Orden Constantiniana (entre los que se encontraba S.E. El Duque Don Diego de Vargas Machuca, Presidente de esa Real Comisión; también del presidente del Real Circolo Francesco II, Paolo Rivelli, caballero de la Orden). SS.AA.RR. Fueron recibidas a las puertas de la Reggia por las autoridades a cargo del monumento, que les acompañaron en una visita comentada.
La visita adquiere una dimensión histórica pues se trata de la primera que reviste un carácter oficial realizada por S.A.R. El Duque de Calabria –quién también es Conde de Caserta- desde que asumiera el Gran Magisterio (y también la Jefatura de la Real Casa de las Dos Sicilias), el 5 de noviembre de 2015. Una trascendencia simbólica aún mayor teniendo en cuenta que es la primera vez que un Gran Maestre de la Orden Constantiniana y Jefe de la Casa Real de las Dos Sicilias visita junto a su hijo y heredero el palacio, desde, los tiempos del rey Fernando II de las Dos Sicilias.
El Palacio Real de Caserta
El Palacio fue mandado construir en 1751 por el séptimo abuelo de S.A.R. El Duque de Calabria, el rey Don Carlos de Borbón, soberano de las Dos Sicilias y luego de España (Carlos III), Gran Maestre que fue de la Orden Constantiniana entre 1731 y 1759. El arquitecto que ejecutó el diseño fue Luigi Vanvitelli. En él se alojaron los reyes de las Dos Sicilias, Grandes Maestres de la Orden: Fernando IV (a partir de 1815 autoproclamado Fernando I del Reino Unido de las Dos Sicilias), Francisco I, Fernando II y Francisco II. El abandono definitivo del Palacio de Portici en 1771 –a causa de la erupción del Vesubio- consolidó la posición de Caserta como principal residencia regia fuera de Nápoles.
El palacio fue usado también por los reyes intrusos de las Dos Sicilias durante el periodo de las invasiones napoleónicas: José Bonaparte y Joaquín Murat. Este último realizó importantes intervenciones en el Palacio (las conocidas como salas del Ottocento).
Se trata de una de las construcciones palatinas más impresionantes de Europa, tanto por sus dimensiones, como por la majestad de la perspectiva de sus jardines que se extienden hasta una pérdida de vista de más de 3 km.
El legado farnesiano en Caserta
El testimonio del Gran Magisterio Constantiniano que como legado inherente a la Primogenitura Farnesiana concurrió junto con las coronas de Nápoles y Sicilia en la Dinastía de Borbón-Dos Sicilias, se halla ampliamente representado en la decoración del Palacio. Así lo muestra la decoración del Salón del Trono, dónde aparece en varias ocasiones la cruz de la Orden Constantiniana exenta.
De hecho, la filiación farnesiana de la Dinastía, auténtico signo de identidad de los Borbones de las Dos Sicilias, se manifiesta en la decoración interior de forma triunfante. Así, a pesar de que en su gran mayoría las piezas de la colección de los Farnesio ocuparon un palacio propio, especialmente construido para este propósito (el Palacio Real de Capodimonte, dónde aún hoy se encuentran), algunas de las más emblemáticas fueron trasladadas a Caserta.
Es el caso de la que fue sin duda la más emblemática obra de aquella colección: el Hércules Farnesio, que se instaló en el vestíbulo bajo de la monumental escalera de honor. Actualmente una copia de esa figura (trasladada para su mejor conservación al Museo Arqueológico Nacional de Nápoles) permanece en el lugar de la original, recibiendo al visitante.
Ya en la planta noble, en la majestuosa primera antecámara o antecámara de los Guardias de Coprs, se encuentra otro de los emblemas icónicos de la Casa Farnesio: el retrato heroico de Alejandro Farnesio, obra de Simone Moschino (1598). Esta magnífica escultura manierista fue encargada por el cardenal Eduardo Farnesio –hijo de Alejandro- y se encontraba hasta 1789 en la Sala Grande del Palazzo Farnese de Roma. Fernando IV mandó instalarla en el lugar que actualmente ocupa en 1796.