Los caballeros de la Orden fueron autorizados a establecer una Capilla Constantiniana en la basílica de Santa Croce al Flaminio; templo construido en el lugar dónde había tenido lugar la batalla del Puente Milvio, la cual habría llevado a Constantino a fundar la Orden. La Capilla Constantiniana de la Orden está decorada con un magnífico mosaico situado sobre el altar dedicado a San Jorge abatiendo el dragón. La capilla fue consagrada en 1918 por el obispo de Beja, caballero-capellán de la Orden, y desde entonces se celebra allí una misa anual el día de San Jorge.
Basílica de la Santa Cruz en Vía Flaminia (Santa Croce al Flaminio), cuya Capilla de San Jorge pertenece a la Orden Constantiniana
En 1921 el Gran Maestre recibió autorización pontificia para establecer una Capilla Constantiniana en su villa cercana a Cannes, gracia que le que comunicada por el Cardenal Protector en nombre del Papa. Esta fue la primera Capilla de la Orden fuera de Italia. Entre las personas que contribuyeron a la construcción se hallaba un Caballero de Gracia, Monseñor Eugenio Pacelli, quién luego se convertiría en el papa Pío XII. El Cardenal Protector, Ranuzzi de’Bianchi, dedicó también la Iglesia de Santo Stefano de Bolonia a la Orden; dos de sus sobrinos nietos fueron recibidos recientemente como Caballeros Constantinianos.
A principios de los años 20 del siglo XX, se elevaron quejas al Rey de Italia contra la Santa Sede, denunciando que los favores acordados a la Orden Constantiniana eran una forma encubierta de apoyo a las pretensiones de los Borbones en las Dos Sicilias (ciertamente hasta 1902 los Papas habían recibido a los Enviados del Jefe de la Casa Real de las Dos Sicilias acreditados como parte del cuerpo diplomático). En 1924 la situación se agravó a causa de la Orden de los Santos Mauricio y Lázaro, que había obtenido los bienes y beneficios de la Orden Constantiniana expropiados por los Saboya, y temiendo ver un renacimiento de la Orden Constantiniana que hiciera peligrar estas usurpaciones, solicitaron al Papa que no nombrase a un sucesor para el Cardenal Protector Ranuzzi de’Bianchi. La Santa Sede. Para evitar un conflicto con el Reino de Italia, la Santa Sede decidió no proveer la dignidad de Cardenal Protector. La reacción generosa del Gran Maestre, el Conde de Caserta, ante esta situación provocada por las presiones a las que estaba sometida la Santa Sede, fue ofrecer la devolución del Gran Magisterio de la Orden al Papa. La Santa Sede declinó el ofrecimiento.
El Conde de Caserta aumentó el número de bailíos de la Orden a favor de destacados cardenales de la Curia, (en total fueron 22 los cardenales que se incorporaron a la Orden bajo el Conde de Caserta, entre los que cabe destacar al cardenal Dubois, arzobispo de París, al cardenal Merry del Val, al cardenal Gasparri y al cardenal Pacelli. Los 3 últimos fueron Secretarios de Estado, y el último Papa) incrementando también el número de capellanes y caballeros profesos.
Durante la Primera Guerra Mundial la Orden dotó a Hospitales y sufragó ambulancias para asistir a las víctimas militares y civiles.
Ambulancias sufragadas por la Orden Constantiniana durante la I Guerra Mundial
Durante la Segunda Guerra Mundial, la Orden se comprometió también en diversas actividades humanitarias, así como en el rescate de prisioneros de guerra, bajo la dirección del Gran Maestre, Don Fernando Pío de las Dos Sicilias, Duque de Calabria, que lo era desde 1934. La Orden se ocupó también de establecer una guardería infantil en el hospital de Menton, en 1940, precedente de posteriores campañas llevadas a cabo en décadas posteriores a favor de los huérfanos, los niños abandonados y las personas ancianas.
La dignidad de Gran Prior fue desempeñada bajo el Gran Magisterio de Don Fernando Pío por distinguidos prelados: Monseñor Luigi Caracciolo, de los príncipes de Torchiarolo, Monseñor Luigi Marigliano, de los Duques del Monte, y Monseñor Angelo di Sangro, de los Duques de Casacalenda (muerto en 1939).
El Cardenal Eugenio Pacelli (luego Pío XII), Caballero y Bailío Gran Cruz de la Orden Constantiniana
La vida religiosa de la Orden fue considerablemente intensa gracias a las estrechas relaciones mantenidas con la Iglesia y a la admisión de 350 miembros profesos entre 1894 y 1931, sobre una cifra de 1.150 caballeros y damas admitidos en el mismo período. Entre los nuevos caballeros de Gracia procedentes del estado eclesiástico destaca Monseñor Eugenio Pacelli, promovido a Bailío en 1929 y elegido Papa como Pío XII en 1939.
El conde de Caserta admitió también como Bailío al 5º Conde de Ashburnham y al almirante Lord Walter Kerr, abuelo del actual marqués de Lothian, y a un número importante de miembros procedentes de los Estados Unidos, entre los que cabe destacar al cardenal Gibbons de Baltimore, en 1920.
El sucesor del Conde de Caserta, Don Fernando-Pío, Duque de Calabria, había sido bautizado en el Vaticano por el papa Pío IX en 1869 y se había distinguido en la Guerra Hispano-americana. Don Fernando-Pío se había implicado activamente en la dirección de la Orden en vida de su padre -presidiendo por ejemplo la Delegación creada para la bendición del nuevo Lábaro Constantiniano de 1913- y dos meses después de acceder al Gran Magisterio aprobó los estatutos preparados bajo los auspicios de su padre.
Don Fernando-Pío de Borbón-Dos Sicilias, Duque de Calabria, LII (XVIII) Gran Maestre (1934 – 1960)
Los nuevos estatutos de 1934 aún preveían que la Santa Sede pudiese nombrar un Cardenal Protector, aunque tal nombramiento nunca volvería a hacerse. El Capítulo V, en su Artículo 1, establecía de manera explícita que la sucesión en el Gran Magisterio se realizase siguiendo la primogenitura masculina de «la Casa de Borbón», sin mencionar expresamente a la dinastía de las Dos Sicilias. Aunque posteriormente se han reformado levemente en lo tocante a los grados, abriendo todos los rangos de la Orden, excepto el de Bailío, a las damas -por ejemplo-; estos estatutos siguen siendo el fundamento del funcionamiento de la Orden hasta nuestros días.
Don Fernando Pío, Duque de Calabria, inició un acercamiento no-oficial a la Casa de Saboya en 1938, tras habérsele concedido un pasaporte diplomático como «S.A.R. Don Ferdinando, Duca di Calabria, Príncipe di Borbone-Sicilia», invitado por el rey Víctor Manuel III a la Villa Savoia. Más tarde, tras la caída de la Monarquía Italiana (1946), recibiría la Orden de la Annunziata del rey Umberto II, quién recibió en reciprocidad de Don Fernando-Pío el collar de la Orden Constantiniana.
La Orden se mantuvo muy activa durante el final de los años treinta, pero las admisiones declinaron al llegar la II Guerra Mundial. El número de capellanes disminuyó también, aunque las relaciones con el Vaticano siguieron siendo estrechas y amigables gracias al acceso al Solio Pontificio de un capellán-bailío de la Orden, Monseñor Pacelli, convertido en Pío XII. Los Grandes Priores continuaron recibiendo el placet papal: así sucedió con cuando el Gran Prior di Sangro fue sucedido por S.A.R. el príncipe Jorge, cardenal de Baviera (muerto en 1943), o cuando en 1959 fue nombrado Vice-Gran Prior Monseñor Giuseppe Cattaneo della Volta (muerto en 1961).