La edad de Oro que había conocido la Orden al renacer con la asunción del Gran Magisterio por parte de los Farnesio, se vio confrontada a la crisis de sucesión que se produjo al morir sin descendencia tanto el duque Francisco, como su hermano y sucesor el duque Antonio, último varón de la dinastía. La única heredera de la Casa era la princesa Isabel, hija de Eduardo Farnesio (hermano mayor de los dos últimos duques muerto antes de heredar la corona ducal), y que desde 1714 era reina de España al haberse casado con Felipe V de Borbón. La copiosa dote de la nueva reina, permitió a Felipe V reponer las arcas del Tesoro tras las depredaciones sufridas durante la Guerra de Sucesión. Isabel dio 6 hijos al rey, el primero de los cuales, el Infante Don Carlos de Borbón y Farnesio, fue designado heredero de los estados ducales de Parma y, como primogénito varón de la dinastía que se extinguía con su madre, también del Gran Magisterio de la Orden Constantiniana de San Jorge. El Infante sucedió en ambas dignidades en 1731 al morir el Duque Antonio.
Los Grandes Maestres, Reyes de las Dos Sicilias (1734-1860)
Carlos de Borbón: el Gran Magisterio en Nápoles (1734-1759)
El 24 de marzo de 1732, antes de su entrada en Parma, el Infante-Duque recibió en Florencia a una delegación de caballeros constantinianos formada por el marqués Pier Luigi dalla Rosa. el conde Giacomo Sanvitale y del marqués Paolo Anguissola, quiénes vinieron a suplicarle formalmente que aceptase tomar jurisdicción del Gran Magisterio, lo cual él aceptó con satisfacción. A continuación Don Carlos escribió a la Cancillería de la Orden dirigida a todos los caballeros:
«Illustres amados maestros los caballeros de mi Sacro Equestre Orden Constantiniano he admitido con mucho gusto a mi presentia y a besarme la mano los caballeros Gran Cruces […] que me haveis deputado para esponerme vuestros sentimientos». [Michele Basile Crispo, L’Ordine Costantiniano di San Giorgio. Storia, stemmi e cavalieri, Parma, 2002, p. 50].
En 1734, tras la batalla de Bitonto, Don Carlos se convirtió en rey de las Dos Sicilias (los reinos de Nápoles y Sicilia), recuperando así aquellos reinos perdidos tras la Guerra de Sucesión por su padre. Reunía en su persona la doble herencia hispano-aragonesa y franco-angevina de la más antigua monarquía de Italia.
Los acuerdos diplomáticos que reconstituyeron el equilibrio europeo tras su instalación en el trono partenopeo, forzaron a Carlos a suspender el ejercicio de su soberanía sobre Parma y Piacenza, aunque ni él ni sus descendientes renunciaron jamás al uso de aquellos títulos (incluso tras la instalación al frente de los antiguos ducados farnesianos, además del de Guastalla, de su hermano el Infante Don Felipe, en 1748).
Así en una carta del maqués de Montealegre, ministro de Estado del rey Carlos de las Dos Sicilias, al Gran Prior de la Orden Constantiniana, Lampugnani, datada el 29 de mayo de 1736 se puede leer:
«… che il Re intende di ritenere, e conservare presso di se il Gran Magistero dell’Ordine su detto con tutta quella piena giurisdizione, prerogative, e facolta …. e cio per l’incontrastabile evidente ragione che il Gran Magistero suddetto none annesso, o connesso a ducati di Parma, e di Piacenza, ma’ proprio, e particolare della Ser.ma Casa Farnese, come appare alle Bolle de Sommi Pontefici e consequentemento di S.M.ta, che ne el’ciede. Quindi inerendo V. Illma a tale determinazione della Maesta Sua dovra continuare ed esercitare le incombenze ditte della Sua Carica, e dignita di Gran Priore dell’Ordine … L’incontrasabili ragioni della M.S. sopra l’Ordine Costantiniano…. Tanto significo a V. Ill.ma d’Ordine della M.S. come Gran Maestro».
Carlos retuvo el Gran Magisterio de la Orden, sin que la nueva dominación austríaca instalada en Parma a partir de 1736 lo obstaculizase, permitiendo que los oficiales nombrados por él continuasen administrando los asuntos de la Orden, e incluso que se incorporasen a la Orden nuevos caballeros que ahora habían pasado a ser súbditos del Emperador. Algo que pone de manifiesto el reconocimiento del estatus especial de la Orden como un ente independiente de cualquier otra soberanía temporal.
Algunas funciones administrativas fueron trasladadas a Nápoles, aunque la sede del Gran Prior permaneció en Parma hasta 1768; la Orden empezó a acumular propiedades y encomiendas en los reinos de las Dos Sicilias. En 1777 los beneficios en los reinos de las Dos-Sicilias de la extinta Orden francesa de canónigos regulares de San Antonio de Vienne (en Francia) fueron incorporados a los de la Orden, y la Iglesia de San Antonio Abad -usada por dicha Orden- se convirtió en la principal sede eclesiástica constantiniana en Nápoles.
En 1759 el rey Carlos heredó la corona de España y, según lo estipulado por el artículo II del Tratado de Nápoles firmado el 3 de Octubre, hubo de renunciar los reinos de Nápoles y Sicilia en su segundo hijo hábil a la sucesión, el Infante Don Fernando (la severa discapacidad mental del primer hijo del rey, el Infante Felipe Antonio, otorgó a Fernando esta condición a pesar de haber nacido en tercer lugar). El 6 de octubre de 1759 Fernando de Borbón se convirtió en rey de las Dos Sicilias como Fernando IV de Nápoles y III de Sicilia. Según la Pragmática firmada ese día, le había de suceder su descendencia masculina, faltando la cual lo harían sus hermanos menores; ello sólo hasta la eventualidad en que las Coronas de España y de las Dos Sicilias pudiesen recaer en un mismo príncipe, en cuyo caso, está última debía pasar a un hijo de tal príncipe de forma que combinando ambas sucesiones se evitase la reunión de ambas soberanías.
Sólo 10 días después de la abdicación, Carlos III renunció al Gran Magisterio de la Orden Constantiniana a favor de Don Fernando, declarado «legítimo primogénito varón heredero de los Farnesio»; una transmisión separada que evidencia como el gobierno de las Dos Sicilias entendía el carácter independiente del Gran Magisterio Constantiniano (El documento de la renuncia al Gran magisterio no hasobrevivido pero es citado en una carta de Tanucci, ministro de Carlos y tutor del joven rey Fernando IV, dirigida el 11 de diciembre 1759 a los caballeros Grandes Cruces de la Congregación de Azienza de la Orden Costantiniana, cf. Sainty, op.cit., p.37, n. 45).
Caballeros de la Orden Constantiniana en hábito de coro y en hábito civil: 1. Caballero Gran Cruz Senador en hábito de coro, 2.Caballero de Justicia, de Gracia etc. (sin distinción exterior en el hábito de coro entre las diferentes categorías), 3. Caballero candidato antes de tomar el hábito, 4. Uniforme ordinario de Caballero Gran Cruz, 5. Uniforme de gala de Caballero Gran Cruz, 6. Uniforme ordinario de Caballero (sin distinción exterior entre las diferentes categorías)
Disputas con Parma
La renuncia de Carlos III al Gran Magisterio no transcurrió sin que se despertasen voces de protesta por parte de algunos caballeros parmesanos del Orden, quiénes protestaban que el Gran Magisterio debía quedar unido a la Corona Parmesana. El propio Infante Don Felipe, Duque de Parma, había declarado el 10 de agosto de 1749 concerniendo a la Orden Constantiniana, que «la dignidad de Gran Maestre […] está investida en la persona de Su Majestad de las Dos Sicilias». Don Felipe se reafirmó en esa posición el 2 de marzo de 1751 estableciendo que «nada debe vulnerar los privilegios de la Sacra Religión Constantiniana de San Jorge, de la que Su Majestad de las Dos Sicilias es Gran Maestre». La insatisfacción que algunas decisiones tomadas por el nuevo Gran Maestre, Fernando IV, pudieron causar en Parma (como la transferencia del Gran Priorato de Parma a Nápoles, el 21 de julio de 1768, o la supresión del Consejo Magistral de Parma, el 17 de junio de 1780) no impidió que los duques de Parma continuasen reconociéndole como Gran Maestre.
La emperatriz María Luisa, segunda esposa de Napoleón Bonaparte, reivindicó el Gran Magisterio de la Orden en 1816, como nueva Soberana de Parma (tras la caída del Imperio y por decisión del Congreso de Viena), invocando ser la heredera de los Farnesio. Lo cierto es que la Archiduquesa sólo descendía de los Farnesio por su abuelo materno el rey Fernando de las Dos Sicilias (quién había pasado de ser Fernando IV a convertirse en 1815 en Fernando I del reino unido de las Dos Sicilias), el cual aún vivía y ostentaba el Gran Magisterio de la Orden legítimamente.
De forma unilateral, María Luisa de fundó una nueva Orden Constantiniana, apoyándose en la nobleza de sus ducados que tras la expropiación de las encomiendas de la Orden en Parma, producida en 1797, no había logrado satisfacción desde Nápoles. La nueva institución era una Orden civil y militar de mérito, disfrazada de Orden de Caballería nobiliaria. Tomando la Steccata por sede, conservando los mismos grados y títulos, y las mismas condecoraciones de la antigua Orden Constantiniana; la nobleza parmesana pudo acceder a una serie de honores que no comportaban las obligaciones de la vieja hermandad religiosa caballeresca. La Orden Parmesana fue abolida en 1859 por un decreto del Gobierno provisional, pero continuó siendo concedida por los Borbones de Parma hasta 1907. Tras la muerte del último duque reinante, en 1907, no volvió a otorgarse esta condecoración civil, hasta que en los años 90 del siglo XX, Carlos Hugo de Borbón-Parma, duque de Parma y jefe de la Casa Real y Ducal de Parma, instituyó un nuevo consejo de administración de la Orden y una ceremonia anual de investidura de nuevos caballeros que se sigue celebrando en Parma.
La diferencia entre la Orden Civil Constantiniana de Parma (denominada «Sacra Angélica Imperial Orden Constantiniana de San Jorge»), y la Sacra y Militar Orden Constantiniana originaria, es plenamente reconocida por ambas, como lo prueba el hecho que el duque Roberto II de Parma, aceptase el collar de la S.M. O. Constantiniana del Infante Alfonso, duque de Calabria, en 1960.
Dos dignidades distintas en un mismo príncipe:
el Gran Magisterio de la Orden
y la Corona de las Dos Sicilias
En Nápoles, Fernando IV, reafirmó la independencia de la dignidad de Gran Maestre respecto a la de Rey. En una declaración del 8 de marzo de 1796 estableció que « en su real persona (del rey de las Dos Sicilias) existen juntas dos calidades distintas, una la de Monarca de las Dos Sicilias y otra la de Gran Maestre de la ilustre, real y militar Orden Constantinana, que aunque unida gloriosamente en la misma persona, forma sin embargo y al mismo tiempo dos señorías independientes y separadas».
El soberano mantuvo el antiguo estilo en las bulas, decretos y diplomas expedidos por la Orden, qué le designaban como «Sacri Equestris Ordinis et inclitae militaris Religionis Constantinianae Sancti Georgii, sub divi Basili regula, Magnus Magister» -una denominación que se ha mantenido en las modernas bulas de admisión, siendo el actual Gran Maestre designado como «Petrus Borbonius Calabriae Dux, Dei gratia et jure hereditario Equestris Ordinis et Inclytae Militaris Religionis Constantinianae Sancti Georgii Sub Divi Basilii Regula, Magnus Magister».
Uno de los más destacados historiadores de la Orden, Ernesto Ardizzoni, entonces Presidente del Tribunal de Nápoles, escribió en 1924 que «antes de 1860 los Reyes, Grandes Maestres de la Orden, no dejaron de afirmar en cada ocasión su determinación de mantener la dignidad de Gran Maestre Constantiniano diferenciada de las prerrogativas que se derivaban de su ejercicio de la Corona, y de conservar la Orden como una institución separada […] antes de 1860 los Grandes Maestres de la Orden fueron príncipes reinantes por una pura coincidencia histórica, aunque ello no fuese jurídicamente necesario».
El rey de las Dos Sicilias fue temporalmente desposeído de la corona de Nápoles entre 1806 y 1815, pero la Orden Constantiniana continuó viva y sus privilegios fueron confirmados por una bula del Papa, de 20 de noviembre de 1807 (Exponi Nobis super fecisti) y por un breve apostólico del 27 de diciembre de1814.
Los derechos de los caballeros a disfrutar de beneficios eclesiásticos fueron también confirmados por breves del 10 de diciembre de 1829 y del 25 de noviembre de 1839, y tras las deposición del Francisco II de las Dos Sicilias, Pío IX confirmó la concesión de dos encomiendas a los hermanos del rey, los condes de Caserta y de Trani.
Caballeros eclesiásticos de la Orden Constantiniana: 1. Gran Prior de la Orden, 2. Caballero Sacerdote (de la clase de capellanes), 3. Caballero de Justicia (con hábito clerical), 4. Caballero Clérigo (de la clase de capellanes), 5. Caballero Capellán Sacerdote (cuanto va a tomar el hábito de la Orden), 6. Caballero Diácono (de la clase de capellanes)
Una Orden Internacional
a Orden Constantiniana ha sido siempre una Orden internacional, a pesar de haber estado durante varios siglos basada en Italia. El duque Francisco Farnesio admitió como caballero al jacobita irlandés Benedict Hervey en 1728, entre otros diversos gentilhombres extranjeros. El primer miembro no italiano de la Diputación fue también un irlandés, Balthasar Sherlok, Teniente General de los reales ejércitos napolitanos que fue admitido en 1762 y promovido como Bailío y Consejero de la Real Diputación en 1785.
Fernando I admitió a miembros rusos de confesión ortodoxa (incluido el mismo zar Alejandro I) por primera vez, y también a otros miembros protestantes. Entre estos últimos se contaban un pequeño número de oficiales británicos, incluyendo al capitán William D’Arley, que gobernaba el navío que condujo al rey y a su familia a Palermo durante la invasión napoleónica, y que fue admitido como caballero de Gracia en la Orden. También un cierto John Prichard, quién sirvió como Teniente Coronel en el ejército napolitano caballero de gracia desde 1798.
Fernando admitió también a caballeros franceses, los cuales al final de su reinado constituían el 10% de los caballeros de Justicia y de Gracia, entre los cuales se contaban 3 bailíos: el barón de Damas, futuro ministro de Luis XVIII de Francia, en 1810, Jacques Rozel de Folmont en 1817, y el Conde de Mesnard, escudero de la duquesa de Berry, en 1824.
A su muerte en 1825, Fernando I, fue sucedido como rey y como Gran Maestre por su hijo Francisco I, que lo fue desde 1825 hasta 1830. Éste a su vez fue sucedido por su hijo Fernando II, el cual incrementó de manera notable el número de miembros de la Orden, admitiendo muchos más no italianos, incluyendo españoles, franceses, alemanes, austríacos e incluso a un caballero americano.
Fernando II protegió al Papa Pío IX en Gaeta en 1848-1849. El 17 de julio de 1851 recibió la confirmación de sus privilegios como Gran Maestre por un breve Apostólico (Maxima et Praeclasissima) que sancionaba la concesión de las encomiendas de Monticchio y Acqualetta a favor del príncipe José de las Dos Sicilias, conde de Lucera (muerto poco después con 3 años).
Algunos caballeros de la Orden Constantiniana en el siglo XIX: el bávaro Friedrich Karl von Fürstenwaerther, el napolitano Príncipe de Leporano y el francés Conde de Mesnard