La Orden Constantiniana, como organización cristiana, no puede ser insensible al extraordinario drama humano que supone la crisis de los refugiados de Oriente Próximo, derivado de las guerras de Irak y de Siria. Hacer frente a las consecuencias humanitarias de la guerra de cinco años en Siria y a sus repercusiones en Irak es la operación de ayuda humanitaria más grande jamás llevada a cabo en Europa desde la II Guerra Mundial. Así lo ha recordado Su Santidad el Papa Francisco, quién es, sin duda, el líder mundial que más decididamente ha encabezado la lucha para poner fin a este drama humano.
La Sagrada Orden Militar Constantiniana de San Jorge, obligada al servicio de los perseguidos por su propio lema, y sensiblemente atenta a las palabras del Santo Padre, por su íntima vocación de guiar su actuación desde la lealtad a la Santa Sede; ha asumido este desafío como un horizonte.
El compromiso con esta causa, por otro lado, se inscribe en una vocación genuina de la Orden Constantiniana por razones históricas. La antigua vinculación de la Orden con la tierra de Oriente, lugar dónde nació la Orden y estuvo instalado el Gran Magisterio hasta la caída de Constantinopla; así como el legado genuinamente mediterráneo de las sucesivas sedes del Gran Magisterio: Venecia, Parma, las Dos-Sicilias, y hoy de España; refuerzan el interés de la Orden Constantiniana en esa crisis.
Además de esta vinculación con el Mediterráneo, Oriental y Occidental, existe aún otra razón histórica que hace de la sensibilidad por las personas azotadas por el flagelo de la guerra uno de los rasgos vocacionales de la Orden Constantiniana desde hace ahora un siglo. Durante la Primera Guerra Mundial la Orden se movilizó para mitigar el sufrimiento de soldados y civiles. El 17 de octubre de 1915 el Gran Prior de la Orden obtuvo del Comando Superior del X Cuerpo del Ejército italiano el libre acceso al Hospital Militar. La Orden se distinguió por la ininterrumpida obra asistencial prestada por sus caballeros hasta el final de la guerra en el Hospital Militar de Nápoles, Princesa Yolanda, instalando además otras 1000 camas en la colina del Miracoli y financiando la adquisición de ambulancias. A través de un comité presidido por el Gran Prior la Orden se cuidó de la asistencia material y espiritual de los soldados.
En el transcurso de la II Guerra Mundial, la Orden se prodigó también en la asistencia a los heridos y a los prisioneros en colaboración con la la Cruz Roja, a pesar de las dificultades impuestas en ese momento por el gobierno fascista italiano, contrario a la Orden Constantiniana. Además de la asistencia sanitaria se trabajó especialmente en la ayuda a las necesidades de las familias de los combatientes y en la donación de libros a los internos en campos de prisioneros.
Esta vocación reapareció en ocasión de la guerra de Yugoslavia a través de la campaña de apoyo a las personas desplazadas en campos de refugiados a principios de la década de los 90. El estallido de la Guerra en Siria e Iraq (2011) ha suscitado también una nueva campaña de movilización a favor de las personas refugiadas, con iniciativas actualmente en curso.