LOS BORBONES DE LAS DOS SICILIAS: LA VIGENCIA DEL LEGADO FARNESIANO (1732-1860)

Acabada la dinastía parmesana (que había revitalizado la Orden, dotándola de un importante patrimonio y de un relevado prestigio), recayó la sucesión en el infante Don Carlos de Borbón (luego Carlos III de España), hijo primogénito de la reina Isabel Farnesio (segunda esposa de Felipe V de España), sobrina del último duque de Parma.

Junto con los estados parmesanos el Infante asumió el gran magisterio de la Orden en 1732. Cuando Don Carlos conquistó los Reinos de Nápoles y de Sicilia en 1734, llevó consigo la Orden Constantiniana a su nueva capital, pero dejando en la Steccatta la sede magistral de la misma (hasta 1816). Más tarde, en 1759, convertido en rey de España, renunció el gran magisterio en su hijo Fernando, en quien había abdicado las Dos Sicilias (y el resto de sus derechos en Italia), nombrándole «Primogénito farnesiano», siendo esta decisión sancionada por la Santa Sede.

Los sucesores de Fernando IV (luego Fernando I del reino unificado de las Dos Sicilias): Francisco I, Fernando II y Francisco II, conservaron la Orden Constantiniana como uno de los testimonios vivos de su legado farnesiano.