CRÓNICAS LEBANIEGAS
Con motivo del septuagésimo cuarto Año Santo Jubilar Lebaniego, que comenzó el pasado 16 de abril, nuestra querida Orden está promoviendo la peregrinación a Santo Toribio de todos los hermanos constantinianos que tengan la posibilidad de realizarla.
Recibida la propuesta y con huecos en sus agendas, el Excmo Señor D. Juan Luis Doncel, delegado de Aragón, Navarra y La Rioja y Rodolfo Albero, vuestro hermano de manto y quien suscribe la crónica, decidimos embarcarnos en esta Santa aventura con entusiasmo, pero también, porque no decirlo, con respeto y cierto temor de no poder llegar a concluir con éxito el magno objetivo. Una vez reunido todo el material necesario, mochila, bastones de senderismo, poncho de lluvia, calcetines especiales, crema anti fricción, cura para ampollas, etc., nos emplazamos para el día 8 de mayo en el mismo Monasterio de Santo Toribio, donde recogimos las credenciales y dejamos uno de los coches aparcado.
Con el otro automóvil fuimos dejando mudas en algunos de los lugares donde íbamos a pernoctar hasta que llegamos a San Vicente de la Barquera, donde al día siguiente comenzaríamos la peregrinación de buena mañana y con la lluvia que nos acompañó prácticamente durante todo el camino.
Día 9; nuestro destino era Bielma-Cades pasando por la maravillosa pero complicada ruta fluvial del río Nansa. La ruta es un atentico rompe piernas, 28 km de subidas y bajadas, pero sobre todo subidas, donde el terreno llano prácticamente no existe. Después de superar alguna dificultad y siete horas y media de caminata, llegamos a nuestro destino cansados pero agradecidos de poder haber terminado la primera etapa en una jornada de bellísima y salvaje naturaleza, pero también de verdadera penitencia.
Día 10; después de un hermoso y abundante desayuno, salimos hacia Cicera en una subida constante por carretera sin mucho tránsito durante cuatro horas y unas vistas excepcionales de los valles repletos de ganado bobino y caballar. Aparecen las primeras ampollas y luego de bajar una hora por camino empedrado, por fin, después de cinco horas y 17 km. llegamos a nuestro destino donde nos esperaba un suculento y reparador cocido montañés.
Al día siguiente, día 11, nuestra meta es llegar a Ojedo, a tres kilómetros de Potes, donde teníamos el hotel. La primera parte de la etapa es una fuerte subida de algo mas de una hora por un precioso, húmedo y empinado paraje hasta coronar el collado de Arceón de 841 m y luego una bajada de 14 km que se hace dura, hasta Lebeña donde el camino se estabiliza un poco. Seguimos andando unos 10 km y llegamos a Tama muy cansados donde paramos a comer, reanudando la marcha hasta Ojedo. Allí nos espera una reconfortante ducha después de ocho horas de marcha y haber recorrido unos 24 km.
El día 12 es nuestro último día de peregrinación, estamos con muchas ganas puesto que ya vemos la meta muy cerca, aunque la jornada fría y muy lluviosa no acompaña demasiado. Un potentísimo desayuno nos asegura las fuerzas y salimos en dirección a Santo Toribio. Después de una suave subida llegamos a Potes y tomamos el camino hacia nuestro destino, donde el desnivel se incrementa considerablemente haciendo dura la subida, aunque a los 4 km, y en el momento más difícil, aparece por fin ante nuestros ojos, altivo y majestuoso el monasterio, envuelto en un evocador y bellísimo paraje de verdes montañas. Han sido 7 km. de subida recorridos en hora y cuarto, con entusiasmo y ciertamente habiendo conseguido, después de cuatro días, un notable estado de forma.
De pronto todo se vuelve maravilloso y evocador, lo hemos logrado y sin muchos contratiempos, tenemos tiempo para un café en un puesto ambulante bajo la lluvia, pero no nos importa, estamos exultantes. Es el momento de comprar algún recuerdo y ver la iglesia y el claustro con detenimiento hasta la misa del peregrino que se celebra a las 12 de la mañana.
La entrada por la puerta del perdón y posterior celebración litúrgica es el gran momento de la peregrinación, una situación muy gratificante y conmovedora mientras cantamos el himno…“Hacia ti morada Santa”, “hacia ti tierra de salvación”, “peregrinos caminantes”, “vamos hacia ti”. Durante la misa pedimos al Señor con fe y devoción por nuestras familias y por todos nuestros hermanos constantinianos para que tengamos salud y un discurrir de la vida lúcido y ligero de problemas.
Después de la misa recogemos el coche que dejamos aparcado en Santo Toribio y nos trasladamos a San Vicente de la Barquera donde nos esperaba de nuevo el hotel y el otro automóvil que dejamos aparcado. Luego de una buena cena homenaje nos dispusimos a dormir de nuevo con el pijama a manera de frack de concierto, puesto que pronto iba a comenzar ese maravilloso duetto de fagots nasales conseguido después de largos ensayos nocturnos; uno de los maestros roncando en Fa Mayor y el otro una tercera por arriba, lo cual es realmente prodigioso y digno de auditorios con más aforo que los “afortunados” vecinos alojados en las habitaciones del hotel.
Al día siguiente, los sentimientos son encontrados, por un lado, la satisfacción de haber conseguido el objetivo y poder volver a casa a abrazar a tu familia, pero por el otro un poco de tristeza porque la experiencia se acaba y nos damos verdadera cuenta de lo gratificante que ha sido. Echaremos de menos los caminos, las charlas, las comidas rústicas y sencillas, el compañerismo y la verdadera amistad, sin duda incrementada por el camino y hasta los conciertos nocturnos donde uno encontró en el otro la horma de su zapato.
No quiero terminar esta pequeña crónica sin animar fehacientemente a que otros hermanos y hermanas de hábito se animen a realizar este maravilloso Camino Lebaniego. Es cierto que es más salvaje que el Camino de Santiago y que carece de bastantes infraestructuras, (en alguna etapa no había ni un bar para poder descansar y tomar un agua), también es mas duro, aunque mas corto, pero es cuestión de realizar mas etapas con menos kilómetros.
Preparaos un poco antes, ir cogiendo un poco de forma, llevar calzado adecuado que no sea nuevo y cualquiera puede hacer este camino y conseguir la Indulgencia Plenaria, pero sobre todo vais a obtener una preciosa experiencia personal, íntima y mística, soltando lastre en esos maravillosos parajes y recogiendo energías y fuerzas renovadas para el gran camino de nuestra vida.
Crónica del Ilmo. Sr. D. Rodolfo Albero Canino, Caballero de Mérito de la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge.