Europa y España se encuentran sumidas en una crisis de alcance global como consecuencia de la mayor pandemia conocida desde hace más de un siglo, el Covid-19. Las consecuencias sociales de la parálisis económica derivada de la pandemia ya se han puesto de manifiesto de manera dramática. Ante esta situación cada gesto cuenta. La Orden Constantiniana, más allá de sus actuaciones corporativas, basa su acción en el compromiso personal de cada uno de sus miembros con los valores del Evangelio. Así, los caballeros y damas de nuestra Sacra Milicia están llamados a vivir inspirados por la Caridad exigente de la Caballería Cristiana. Muchas son las actuaciones a menudo silenciosas que los miembros de la Orden desarrollan, haciendo honor a la discreción de la verdadera Caridad. Sin embargo, en esta coyuntura de desasosiego, hemos solicitado a algunos caballeros y damas constantinianos que compartiesen su testimonio para que pueda servirnos de inspiración, y también para infundir Esperanza en un tiempo de crisis. Agradecemos a esos hermanos de hábito que hayan accedido a salir del anonimato, generosamente, para dar con su testimonio todo el sentido al lema de nuestra Sacra Milicia: «IN HOC SIGNO VINCES».
José Antonio Alarcón es caballero de Mérito de la Orden Constantiniana y Secretario de la Delegación del Antiguo Reino de Valencia. Este es su testimonio.
“VOLUNTARIADO”, ¿Qué es lo que significa ? Darse a los demás de diferentes formas en momentos difíciles de la vida que pasan personas de nuestro entorno. Últimamente lo hemos asociado más con el «dar» cosas materiales. Es cierto, hemos vivido en la década pasada una crisis difícil, y nos encontramos en el inicio de otra que todo apunta, también lo será, la del Covid-19.
Llevo en Caritas parroquial unos 20 años, vinculado a la parroquia de Cristo Rey, ubicada en el centro de Valencia justo en la Plaza de España. Desde el Cristo Rey, se canaliza la acción de Cáritas a cinco parroquias cercanas. Los voluntarios somos los encargados de asegurar esa distribución. Las personas que reciben la ayuda de Cáritas tiene perfiles diversos: viudas con una escasísima pensión, inmigrantes llegados a nuestra ciudad para trabajar que han quedado en el paro y sin subsidio, etc. Se lleva una base de datos informática, por tarjeta de residencia o pasaporte con los datos de cada persona a la que se asiste, y posteriormente se realiza una visita al domicilio, para comprobar la adecuación de las necesidades.
La ayuda material sólo es una de las vertientes de la labor que se realiza. Mi compromiso personal ha pasado también por la enseñanza más básica, leer y escribir, a personas adultas. En este sentido participo desde hace años en talleres para alfabetización de personas hispanoamericanas de entre 35 y 45 años.
Desde hace 7 años, momento en el que me prejubilé, y tras una formación a tal efecto en la Universidad Católica, he estado a cargo de la formación de voluntarios de la Fundación Mare de Déu dels Desamparats (MAIDES). Esta entidad, bajo patrocinio del Sr. Arzobispo de Valencia, trabaja en la reinserción entre otros de jóvenes víctimas de la drogadicción. Muchos de ellos han sufrido como consecuencia esquizofrenia y otros problemas de tipo psicológico. Se trata de un trabajo difícil, que requiere mucha paciencia, ya que en la mayoría de los casos se trata de personas que proceden de familias desestructuradas y sin referentes de conducta o afectivos.
En junio de 2018, llegó al Puerto de Valencia, el Buque ACUARIUS, con mas de 500 inmigrantes y estuve colaborando con Cruz Roja y Caritas. Mi labor en ese caso fue hacerme cargo de la interlocución con las personas de habla francesa para poder tomar datos, en unas jornadas realmente maratonianas.
En la coyuntura actual, aún afectados por el flagelo de la pandemia, y a causa de ser persona con perfil de riesgo me he visto obligado a reducir mi actividad siguiendo las consignas de las autoridades sanitarias. No obstante, he asumido, como «Ministro Extraordinario» nombrado por el Arzobispado de Valencia, la responsabilidad -inmenso honor para un católico- de llevar la Comunión a personas mayores o impedidas. En las visitas en las que entrego la Comunión, leemos el Evangelio del día, rezamos, y hablamos simplemente (esto último lo agradecen verdaderamente, tanto como recibir la Comunión).
De mi experiencia de todos estos años en el voluntariado puedo concluir que, lo más importante es que, lo poco que se pueda hacer, se haga siempre con amor y con una sonrisa en la cara.