Cuando me llegó la noticia del fallecimiento de Don Juan a través de un mensaje de whatsapp del Canciller Secretario General de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz, el Padre Torres, cerré los ojos al tiempo que repetía lo que ha sido máxima de mi vida hasta ahora, y espero lo siga siendo: “La voluntad de Dios sea”. La hice mía cuando se la oí a mi abuela materna el entregarle mi mujer el ramo de novia, porque, a su edad, ya no fue a nuestra boda. Y esa ha sido la voluntad de Dios: llamar a la Gloria a Don Juan. El mensaje del Padre Torres era escueto: “Don Juan ha muerto”. No hacía falta más explicación de identidad alguna. Llevábamos unos días pendientes de su estado. Cuando me enteré del ingreso escribí a mi amigo José Fernández Macías, Páter de la Base Aérea de Talavera la Real y Ala 23: “Querido Pepe, buenas noches. Cuenta con mis oraciones para pedir por una buena evolución de Don Juan del Río. Espero que estés bien. Un abrazo fuerte. Felipe Albarrán”.
Don Juan era Don Juan. Ha habido otro Don Juan en mi vida, pero éste hace ya pronto treinta años que marchó a la Casa del Padre. Nunca lo he olvidado, como creo que me costará trabajo olvidar a Don Juan del Río. Es más, no quiero olvidarlo. Lo voy a tener presente en mis jaculatorias nocturnas, antes de entregarme al sueño, y uniré su nombre al de Don Santiago García Aracil, quien fuera mi Arzobispo. Hoy lo es otro, pero Don Santiago lo seguirá siendo, y Don Juan también. Me siento parte de la milicia.
He dicho que cerré los ojos al recibir el mensaje: “Don Juan ha muerto”. Me imaginé entonces el revuelo en la corte de “Ángeles Soldados” que sirven en el Cielo. Y hubo dos, porque uno solo no puede, que se encargaron de poner dos estrellas en la bóveda de la Casa del Padre. Dos estrellas de cuatro puntas. Dos estrellas que lucen con luz propia, y que brillan sobremanera en el firmamento. Quizá los dos no pudieron, y hubo de llamarse a un pelotón para que ayudara a ello. Normal, si las estrellas eran reflejo de la personalidad de quien estaba a punto de pasar revista a la tropa celestial.
Porque imagino que Don Juan habrá sido recibido en el Cielo al son de la Marcha de Infantes, que por algo tenía tratamiento de General de División. Y, tras ello, recibidas las novedades por parte del más antiguo de la formación de mayor grado, habrá pasado revista a cuantos le esperaban en la Casa de Todos, que así es también la Casa del Padre. Habrá podido ver y sonreír, al pasar frente a ellos, a cuantos miembros de las Fuerzas Armadas le han “precedido en el signo de la Fe y durmieron antes que él el sueño de la Paz”. Y, tras pasar revista, los habrá llamado a todos a su alrededor, y habrá comentado con cada uno qué tal se encontraban allí, en la morada deseada y ansiada, en su día, eso sí, por todos los que sabemos apreciar el relucir de las estrellas que los Ángeles, por orden de Dios, encienden cada día en la bóveda celestial. Y cuando alguno le preguntó que por qué había sido llamado ya, que los designios de la Providencia son inescrutables, cuando aún tenía años de fuelle vital por delante, con la sonrisa que lo caracterizaba, con esa tranquilidad tan suya, aprendida de tantos años de valioso sacerdocio, no se recató en la respuesta: “Quizá Dios, nuestro Capitán General, necesita un Castrense más en el Cielo”. Y quienes rodeaban a Don Juan rieron, apreciando la sencillez humana y profundidad espiritual de un hombre nacido en una tierra donde abunda la gente sencilla pero de peso moral.
Hablé con Don Juan la última vez en mayo del 2019, hace casi dos años. Fue en el último acto de investidura de Caballeros y Damas de la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge. Un año antes había presidido la celebración litúrgica en la que fui investido Caballero de Iure Sanguinis. Era Capellán Gran Cruz de Justicia de la Constantiniana. Conocí a Don Juan hace ya bastantes años, al poco de ser nombrado yo Jefe de Protocolo de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz, en 2007, con motivo de una visita que hizo a Don Santiago en Palacio, pues vino a Badajoz a ver a sus diocesanos de la Castrense. Después, varias veces más, pues no faltó a las celebraciones episcopales a las que fue invitado, la última el 15 de abril de 2019, martes Santo, asistiendo a la Misa Crismal en la que se homenajeó a Don Antonio Montero, Arzobispo emérito de Mérida-Badajoz, con motivo del quincuagésimo aniversario de su ordenación episcopal.
Don Juan se encontraba entre sus diocesanos como pez en el agua. Así lo viví en las Confirmaciones que llevó a cabo en la iglesia de La Concepción de Badajoz, el 31 de mayo del 2017. Lo saludé y me atendió con cercanía y afecto singular. Ya estaba yo tramitando mi ingreso en la Constantiniana y se alegró mucho de ello. Volvió a impresionarme su sencillez, tanto durante la celebración en sí como en el acto que se celebró después en el Palacio de la antigua Capitanía de Badajoz.
He tenido la suerte de seguir algunas de sus celebraciones, y leer sus prédicas de otras. Creo que ha sido un buen sacerdote, un mejor obispo. Creo que ha sido, por lo que sé, un sin par Castrense, sin desmerecer a los que le precedieron en el cargo. Don Juan pasa a formar parte de esa lista de “mejores” que Dios se lleva para sí. Necesitaba un Castrense en edad de ejercer todavía, que el ejército celestial precisaba de un Pastor en edad de guiar a la milicia a la que el Supremo ha sido haciendo suya, llevándosela de aquí. Él sabrá; nosotros a aceptar su voluntad, aunque a veces nos resulte difícil, humanamente hablando, comprenderla. Aunque la voluntad de Dios no es para tratar de comprenderla, no, sino para acatarla. Somos creaturas suyas, y, por ello, sometidos a sus designios.
Suena en el Cielo la Marcha de Infantes… Dos estrellas de cuatro puntas lucen como ninguna otra… Y retumba una voz que dice: “A la orden de Vuecencia, mi General… La tropa está lista para ser revistada”. Y Don Juan baja de la tarima desde la que recibe novedades y pasa por delante de sus feligreses impartiendo su Bendición. Siento, de verdad, que yo también la he recibido.
Muchas gracias, Don Juan. Hasta siempre. Permítame, mi General, que este humilde Soldado de España se despida de Su Excelencia Reverendísima y le dé su abrazo de esta forma.
Badajoz, domingo, 31 de enero del 2021
Festividad de San Juan Bosco,
Patrón del Cuerpo de Especialistas del Ejército de Tierra.
Artículo publicado en la web del Arzobispado Castrense de España